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LA IDENTIDAD DEL TRAUMA


La identidad se construye a partir de diversas variables (la familia, los iguales, la genética, la cultura, etc.). Aquí nos centraremos en una de estas variables que resulta fundamental para el desarrollo de la identidad. El abuso y la negligencia infantil que conduce directamente a la desregulación del cerebro y es la base tanto del trauma del desarrollo (en adelante TD) en la infancia, como de muchos trastornos en los adultos.

Para desarrollar un sentido sano de la identidad, necesitamos aprender a regular los afectos, es decir nuestras emociones y sentimientos. En el Trauma del Desarrollo, la identidad es inseparable del afecto. Las personas con TD “son lo que sienten”, a esto llamamos Identidad del trauma.

Perfil de las personas con Trastorno del Desarrollo

La negligencia infantil, en el sentido de falta de contención y del contacto con el cuerpo de la madre daña severamente el sistema propioceptivo, sistema que nos ayuda a tener conciencia del estado interno del cuerpo y a ubicarnos en el espacio.

Al no recibir un feeedback claro y fiable de sus cuerpos, a estas personas:

  • Les resulta difícil sentirse arraigadas y conectadas a la tierra.
  • Tienen dificultad en ubicarse en el espacio y no tienen límites claros entre su cuerpo y el exterior.
  • Son torpes en el movimiento y tienen poca estabilidad y equilibrio.
  • No se fían de sus sensaciones físicas. Están muy pendientes de los demás para “saber” cómo se sienten ellos mismos.
  • Tienen una postura corporal de paralización y desesperanza: columna encorvada, hombros altos y echados hacia delante, rodillas trabadas.

El sistema propioceptivo también influye en el mantenimiento del nivel de alerta del sistema nervioso y en el desarrollo emocional y del comportamiento.

No confían en sus mentes. Saben lo que es real, pero no saben distinguir entre lo que es seguro y lo que es peligroso. Tienen un sistema nervioso desbordado e impulsado por el miedo.

El origen de la identidad del trauma

El miedo en el cuerpo y en la mente marca la identidad del trauma. 

La identidad es el resultado de un largo y a veces penoso proceso que empieza con la activación neuronal. Vamos a tratar de recorrer ese camino desde el origen.

Cuando el cerebro está en “reposo” todavía registra actividad de muy baja frecuencia producida por las células glía o sustancia blanca. Esta actividad del estado de reposo del cerebro da lugar a la capacidad humana de:
  • La autorreflexión
  • Contribuye al sentido de la propia identidad
  • Da lugar al campo del ser

Las células glía también se encargan de activar a las neuronas o sustancia gris.

La red del estado de reposo está gravemente dañada en el TD. 

La excitación 

Nuestro sentido de la identidad, es decir lo que pensamos que somos, empieza con la activación de las neuronas. Para que se registre una onda cerebral, tienen que activarse 10.000 neuronas juntas que dan lugar a redes neuronales.

La excitación es la velocidad y el ritmo a los que se activan las neuronas. En nuestro caso esta excitación hace referencia al nivel de activación del S.N.C. (sistema nervioso central) en su conjunto.

En el Trauma del desarollo el niño vive todo el tiempo en el miedo. Esto provoca que las redes neuronales funcionen a toda marcha, activándose con mucha frecuencia, muy rápido y con mucha potencia. Aquí tenemos un cerebro con un alto grado de excitación.

La alta excitación provoca una sobreactivación de la amígdala y de otras estructuras involucradas en el miedo y la hipoactivación de las estructuras que ayudan a inhibir el miedo.

El cerebro hiperactivado y privado de recursos para calmarse, se vuelve muy reactivo, reaccionando exageradamente a los estímulos, sin distinguir si son peligrosos o no y entonces nos enfadamos, sentimos ira, miedo, vergüenza ….

Cuando la excitación se convierte en emoción, pasa a ser una cualidad de la mente, la sentimos. La excitación se convierte en afecto.

La emoción 

El miedo, la ira, la vergüenza y todas las emociones y estados que se derivan de ellos, tienen frecuencias cerebrales que las respaldan. Los altos niveles de activación neuronal se traducen en estados emocionales desregulados.

Estas personas con estos sistemas nerviosos, serán volátiles, poco razonables, estarán agitadas, enfadadas, repletas de vergüenza y asustadas. No tienen recursos en sus cerebros para calmarse.

Te pongo a continuación el extracto del libro Waking the Tiger de Peter Levine cuando cita a uno de sus pacientes traumatizados y que te puede dar una idea de cómo se siente y lo que se dice sobre ello.

"No conozco una sola cosa a la que no tenga miedo … Me asusta la ira … la mía propia y la de cualquier otra persona, aún cuando la ira no está presente. Me aterroriza el rechazo y/o el abandono. Temo al éxito y al fracaso. Todos los días experimento miedo en mi pecho y una sensación de hormigueo y de entumecimiento en mis brazos y en mis piernas … Tengo dolores de cabeza. Estoy nervioso todo el rato. Tengo dificultades para respirar, el corazón acelerado, estoy desorientado y siento pánico. Siempre tengo frío y la boca seca. Tengo problemas para tragar. A diario me siento abrumado, confundido, perdido, indefenso y desesperado. Tengo estallidos incontrolables de rabia y de depresión". 

Esta es la narrativa de los sentimientos y emociones en el trauma, que cuando persisten en el tiempo se convierten en un estado permanente, dando lugar a la narrativa del estado.

 El estado 

Una de las características de las emociones es que son volátiles, reacciones a los diferentes estímulos que percibimos y forman parte de nuestra experiencia vital. Las emociones son energía en movimiento, aparecen, se experimentan y se disuelven hasta la próxima vez que las necesitamos.

Las personas con Trauma del Desarrollo están asustadas la mayor parte del tiempo y también suelen sentirse avergonzadas y enfadadas. Estas emociones que están impulsadas por la hiperactivación de la amígdala, al mantenerse en el tiempo pierden su esencia y se convierten en algo fijo y estable, se convierten en “estado”. La persona ya no se siente enfadada o con miedo, sino que se define como una persona enfadada o una persona miedosa.

Necesitamos dar significado a nuestros estados, pero calmar esta necesidad, también hace que reforcemos el estado, nos lo acabamos creyendo y quedamos atrapados en él. Por ejemplo, me enfado cuando no me dan el ascenso en el trabajo, me lo merecía porque me he esforzado mucho, mis padres nunca me dieron ninguna oportunidad para estudiar, no creyeron en mí. Este razonamiento me mantiene en un patrón de victimismo, “tengo derecho a estar enfada porque nunca me dan lo que necesito y merezco”.

La explicación de lo que nos pasa, es decir adjudicarle un significado al “estado”, es la mejor opción para una parte racional de nosotros, el hemisferio izquierdo, que necesita justificar el estado de terror que surge de la sobreexcitación del hemisferio derecho.

Sin embargo, esta explicación aflora del niño que vivió el trauma, no del adulto. Este niño no ha crecido y sigue anclado en un estado de indefensión e impotencia que fue real en el pasado. Esta impotencia está directamente relacionada con la “respuesta de paralización”, una respuesta universal y biológica de supervivencia, que se produce ante una situación traumática. La impotencia tiñe el estado y llega a convertirse en rasgo en las personas con Trauma del Desarrollo.

Otra característica de la narrativa del trauma es que no tiene principio ni fin, todo el tiempo está ocurriendo. Las personas con TD se creen su relato porque siempre se sienten así y quedan atrapadas en un espacio sin tiempo.

Los rasgos 

Los estados que se practican durante mucho tiempo sin que haya interrupciones, es decir sin épocas de calma y sostén, se convierten en rasgos.

A medida que se vive y se actúa un estado de manera continua, se van creando redes de neuronas que forman circuitos neuronales y cada vez que son activados se hacen más fuertes.

Siempre que se activan estos circuitos, siento, pienso y actúo de la misma manera. Y siento, pienso y actúo así, porque se activan los circuitos. Volvemos al círculo sin fin.

La narrativa del estado comienza con “Siento …..”
La narrativa del rasgo empieza con “Soy …..”

La personalidad 

En personas con TD la personalidad es inseparable de los estados afectivos generalizados de vergüenza, ira y terror.

Aunque a veces no queda muy clara la diferencia entre personalidad e identidad, lo que si es cierto, es que la forma en que nos experimentamos y nos conocemos a nosotros mismos, se basa en patrones de activación profundos en el cerebro. Cuando cambiamos estos patrones, todo lo que sabemos de nosotros mismos se mueve y se abren nuevas posibilidades.

Este proceso podría quedar reflejado así:

1.- Si cambiamos la excitación del cerebro 
2.- Cambia la emoción 
3.- Cambia cómo me siento 
4.- Cambia lo que me digo sobre mí y el mundo
5.- Cambian los rasgos que me hacen creer que soy quien soy 
6.- Se abre un mundo de posibilidades y tengo la posibilidad de convertirme en quién quiera ser.

La psicoterapia trabaja sobre la mente, abordando la historia que hemos construido sobre nosotros y sobre las consecuencias de esa historia. Como hemos visto no puede acceder a las memorias traumáticas que provocan la excitación del cerebro. Para poder reestructurar la identidad del trauma, necesitamos además de la psicoterapia, otro tipo de herramientas que puedan acceder a esa información grabada en el cerebro y desactivarla, técnicas como el Tapping, las técnicas de procesamiento cerebral y el neurofeedback.

Con la psicoterapia gestalt como base de acompañamiento de todo el proceso terapéutico, junto con las técnicas mencionadas anteriormente (EFT-tapping y las TIC) que nos ayudan a acceder a la experiencia traumática y procesarla; con el tratamiento de Neurofeedback que nos ayuda a regular el cerebro y reestructurar nuestro patrón cerebral, completamos el abordaje del tratamiento del trauma. 

Gracias a todas estas herramientas combinadas adecuadamente podemos liberarnos del pasado, reescribir nuestra historia y abrirnos a un presente lleno de posibilidades y esperanza.

(Fuente, “Neurofeedback en el tratamiento del trauma del desarrollo” de S.F. Fischer)


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